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La realidad de los alimentos anticancerígenos

La realidad de los alimentos anticancerígenos

Esta enfermedad es una de las más relevantes actualmente, debido a su alto índice de mortalidad. En Chile corresponde al 23% de las causas de muertes anuales. Pese a que aún no hay indicios de una cura definitiva, sí se ha estudiado la relevancia de determinados alimentos en su prevención y tratamiento sobre lo que hay mucho por confirmar y desmentir.

El cáncer es una enfermedad crónica que se origina por el desarrollo anormal y descontrolado de células por sobre el número apropiado. Dicho desequilibrio conlleva a un deterioro en el organismo que sin un tratamiento oportuno puede llevar a la muerte. Existen más de 100 tipos de cáncer, y si bien hay un gran factor genético, se ha demostrado que la alimentación y estilo de vida tienen mucho que ver con su desarrollo.

Según estudios epidemiológicos de Estados Unidos, cerca de un 80% de las muertes ocasionadas por cáncer se han debido a factores ambientales, donde la alimentación tuvo un 33%. Esta cifra concuerda con la declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que hasta un 30% de los casos de cáncer podrían evitarse con una alimentación adecuada y equilibrada.

Aunque ninguna dieta garantiza librarte de la enfermedad, sí hay compuestos activos en ciertos alimentos que evitan el crecimiento y proliferación de las células tumorales. Muchos de ellos con sus propiedades y beneficios, han sido materia de estudio. Estos son los mencionados con mayor frecuencia y la realidad comprobada sobre sus efectos:

  • Granada: por su elevado contenido de antioxidantes contribuiría a detener la acción de los radicales libres, principales causantes del daño celular. Su consumo regular limitaría la propagación de células cancerígenas, evitando las probabilidades de desarrollar metástasis. Investigaciones de distintas universidades como la de Murcia, Los Ángeles o Massachusetts, concuerdan en que esta fruta contiene fitoquímicos antitumorales (ácido elágico) que inhiben la propagación del cáncer de mama.
  • Ajo: según el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos disminuiría el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer, principalmente gastrointestinal, de estómago, colon y recto. Esto se atribuye a su contenido de aminoácidos, cisteína, glutatión, sulfato, entre otras sustancias activas, que protegen al organismo de la formación de células cancerígenas y su eventual desarrollo. La Sociedad Americana Contra el Cáncer (ACS) informa que el ajo y otros alimentos de la familia de la cebolla sí pueden incluirse entre los vegetales recomendados para reducir los riesgos de padecer la enfermedad.
  • Soya: este alimento y sus derivados contienen fitoquímicos (compuestos bioactivos sin valor nutricional) como los isoflavonoides que tienen una actividad estrogénica muy débil que puede reemplazar la posición natural del estrógeno en el cuerpo, actuando como antiestrogénico relativo, lo cual sería favorable para la protección contra los tipos de cáncer que dependen de esa hormona para desarrollarse. Hay evidencia científica en aumento que indica que el consumo de soya natural reduciría el riesgo de desarrollar cáncer de mama, próstata y endometrio. Un estudio del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, así lo confirma. Los médicos recomiendan un consumo de 25 gramos diarios, ya que el consumo en exceso podría ocasionar un desequilibrio hormonal, también perjudicial.
  • Té verde: algunas investigaciones proponen que esta bebida podría proteger contra el cáncer gracias a su contenido de antioxidantes, polifenol y flavonoides. La ACS señala que si bien hay resultados exitosos de reducción del riesgo de cáncer en estudios con animales, los que se han realizado en humanos son variables, por lo tanto no hay evidencia que respalde ese efecto favorable de su consumo.
  • Cúrcuma: esta especia contiene un polifenol llamado curcumina que destruiría las células cancerígenas y bloquearía la proteína asociada con el cáncer gastrointestinal. Además, su efecto alcalinizante crea un medio hostil para las células tumorales en general, lo que impediría su desarrollo y propagación. Actualmente, se desarrollan estudios, incluso en Chile, para analizar sus efectos a largo plazo tanto en la inhibición de metástasis, como en la reaparición de tumores. Aún no hay pruebas concluyentes al respecto.
  • Brócoli: es uno de los vegetales más estudiados en relación a sus propiedades anti cancerígenas. Científicos de la Universidad del Estado de Oregon, descubrieron que un compuesto de la verdura llamado sulfurafano podría matar células cancerosas sin afectar las sanas. Lo que aún se mantiene en investigación es la forma y dosis de consumo de este alimento para aportar las propiedades mencionadas. 
  • Aloe Vera: su consumo refuerza el sistema inmunológico, dificultando la progresión de tumores, y también tiene un efecto protector ante lesiones de la mucosa gástrica al igual que las ocasionadas por úlceras. Además, el acemanano, sustancia activa de la planta, es un potente regenerador celular que contribuiría a reducir el crecimiento e incluso tamaño de tumores cancerígenos, principalmente sarcomas o tumores blandos.

Alimentación en etapa de tratamiento

La investigación científica y todas las campañas mundiales van por un mismo objetivo, que la mortalidad por cáncer sea cada vez menor. Y aunque no hay aún una cura definitiva, sí hay avances significativos en investigaciones que apuntan a que el estilo de vida es importante, y la dieta es fundamental tanto en la prevención de la enfermedad, como durante el tratamiento.

La alimentación para los pacientes debe ser siempre individualizada en función del tipo de cáncer y los procedimientos para tratarlo. Debido a que el cuerpo está luchando contra un estrés tan grande como el que significa vencer la enfermedad, las necesidades de nutrientes aumentan. En muchos casos se tiende a perder peso, y entre un 40 y 80% de las personas llegan a un estado de desnutrición. Por eso, lo que se come durante esta etapa es esencial.

Aunque se ha desestimado la eficacia de sistemas específicos de alimentación como control de la enfermedad, como la dieta alcalina o vegetariana, sí hay consenso en la necesidad de una dieta equilibrada, saludable y nutritiva que ayude a tolerar mejor el tratamiento y sus posibles efectos secundarios, disminuya el riesgo de infecciones, mantenga al paciente en un peso apropiado, y le entregue fuerza y energía para tener una mejor calidad de vida.